En la vida cotidiana, en las relaciones sociales y personales, en la vida política, en las relaciones laborales, en los negocios y prácticamente en todas las facetas de la actividad
humana encontramos frecuentes referencias a hechos
o cuestiones que son calificados como “buenos”,
“correctos”, “malos”, “incorrectos” o que mencionan
los “deberes”, las “obligaciones”, los “derechos” o las “virtudes”. Los enunciados que contienen estas expresiones son enunciados valorativos que corresponden al campo de la ética. La ética o filosofía moral es la disciplina que justamente se ocupa de aquello que es moralmente bueno o malo, correcto
o incorrecto. Es la rama de la filosofía que evalúa el comportamiento humano y, en tal
sentido, sistematiza, defiende y
recomienda criterios referidos comportamientos correctos e incorrectos.
La ética normativa
La ética normativa es el estudio de la acción
ética. Es la rama de la ética filosófica que estudia el conjunto de preguntas
que surgen cuando se considera cómo se debe actuar, moralmente hablando. La
ética normativa es distinta de la meta-ética porque examina las normas de lo
correcto o incorrecto de las acciones, mientras que meta-ética estudia el
significado del lenguaje moral y la metafísica de los hechos morales. La ética
normativa es también distinta de la ética descriptiva, ya que ésta es una
investigación empírica de las creencias morales de las personas. Para decirlo
de otra manera, la ética descriptiva se ocuparía de determinar cuál es la
proporción de personas que creen que matar es siempre malo, mientras que la
ética normativa se ocupa de si es correcto para sostener esa creencia. Por lo
tanto, la ética normativa es a veces llamado prescriptivo más que descriptivo.
Sin embargo, en algunas versiones de la vista meta-ética llamado realismo
moral, los hechos morales son a la vez descriptiva y prescriptiva al mismo
tiempo.
Las preguntas
específicas
La ética aplicada se utiliza en algunos
aspectos de la determinación de las políticas públicas, así como por las
personas que enfrentan decisiones difíciles. El tipo de preguntas formuladas
por la ética aplicada son: "Se está volviendo un aborto inmoral?"
"Es inmoral la eutanasia?" "Es la acción afirmativa bien o
mal?" "¿Cuáles son los derechos humanos, y ¿cómo determinamos
ellos?" "¿Los animales tienen derechos también?" y "¿Los
individuos tienen el derecho de autodeterminación?"
Una pregunta más específica podría ser:
"Si alguien puede hacer mejor de su vida que yo, es entonces moral a
sacrificarme por ellos si es necesario?" Sin estas preguntas no hay punto
de apoyo claro en que para equilibrar la legislación, la política y la práctica
del arbitraje - de hecho, no suposiciones comunes de todos los participantes,
por lo que la capacidad de formular las preguntas son anteriores a equilibrar
los derechos. Pero no todas las cuestiones estudiadas por la ética política
pública aplicada preocupación. Por ejemplo, hacer juicios éticos sobre
cuestiones tales como: "Es mentira siempre es malo?" y, "si no,
cuando es permitido?" es antes de cualquier etiqueta.
La gente en general se siente más cómodos con
dicotomías. Sin embargo, en la ética de los problemas son más a menudo
multifacético y las mejores acciones propuestas abordan muchas áreas diferentes
al mismo tiempo. En las decisiones éticas, la respuesta es casi nunca un
"sí o no", sentencia "bien o mal". Muchos botones son
empujados de manera que el estado general se mejora y no en beneficio de
cualquier facción en particular.
LA ÉTICA Y LAS DECISIONES EN LOS NEGOCIOS
La reflexión sobre la ética en la empresa ha sido
prolífica desde los años setenta, y coincidió con la reivindicación de la
necesidad de pasar de las palabras a los hechos. Esta necesidad de
institucionalizar y hacer operativa toda esa reflexión en la praxis empresarial
se concretó principalmente en el desarrollo de códigos éticos y otros
documentos de autocontrol, los cuales tienen el objetivo fundamental de mejorar
la actuación ética de las personas en la organización y así generar mayor
legitimidad social y una cultura corporativa coherente. Pero los resultados de
ese desarrollo son un tanto contradictorios. Si bien por un lado la mayor parte
de las grandes empresas en todo el mundo ha elaborado códigos éticos, por otro
el escepticismo hacia este tipo de documentos es cada vez mayor debido a la
falta de un fundamento filosófico coherente y a un proceso de elaboración
inadecuado de los mismos. La presente obra pretende sub- sanar, en alguna
medida, estas dos carencias. Ofrece una definición precisa y una fundamentación
de los códigos éticos, y propone un proceso para su desarrollo, el cual ha sido
puesto en práctica en importantes organizaciones de México en los últimos años
y puede ayudar a otras a mejorar su nivel ético.
En principio, la ética en los negocios no difiere
en nada de la ética en la medicina u otras disciplinas, y los principios éticos
generales se deducen del imperativo categórico o de alguna versión moderna de
éste para luego aplicarse al contexto de los negocios.
En fechas recientes, algunos académicos adoptaron
un enfoque distinto en el que tal vez se combinen ambas tendencias de la ética en
los negocios. A continuación se describen algunas de las características de
este nuevo enfoque y se explica cómo encajan dentro de ciertas corrientes
intelectuales más generales, que se denominan con nombres que tienen
connotaciones políticas, como posmodernismo y pragmatismo.
Durante los primeros 50 años o más de su
existencia, la ética en los negocios se desarrolló sobre todo en torno a dos
corrientes de pensamiento. La primera, encapsulada en la frase negocios y
sociedad o problemas sociales de la administración de empresas, trata de situar
los negocios, concebidos como una actividad esencialmente económica dentro de
una matriz social general. Los estudiosos que han aceptado este enfoque
pertenecen fundamentalmente a las escuelas de administración y han adoptado
muchos de los métodos de sus colegas, en particular los de las ciencias
sociales. El segundo enfoque, también enclaustrado en la frase ética en los
negocios, se analizó como un campo más en el que los filósofos trabajan dentro
de la tradición kantiana o analítica. Tales estudiosos han llegado a ver la
ética en los negocios como un campo más en el que los filósofos éticos pueden
aplicar sus teorías, que en gran medida son kantianas. De acuerdo con el
pensamiento de Simón, en el que todas las decisiones tienen un componente de
valor y una decisión mala, negligente o equivocada de un responsable de una
parte del negocio, es posible afectar y hundir a toda una organización. Esto
último parece un tanto exagerado, pero hay que recordar el siguiente hecho
histórico negativo para las empresas que están compitiendo a diario por ocupar
una posición destacada en los rankings de mejor gestión.
En 1989, en las costas de Alaska, el petrolero
Exxon Valdés derramó una cantidad impresionante de petróleo en esas aguas, lo
cual provocó una catástrofe ecológica de magnitudes tan terribles que aún no se
puede establecer el equilibrio ecológico de esa zona del planeta. En ese
entonces la prestigiosa revista Fortune situaba a este holding estadounidense
entre las seis mejores empresas del planeta. Con este desastre cayó en la misma
clasificación hasta el lugar 110.
Frente a este hecho, se puede plantear si “hubo
mala suerte” o que “un error le puede ocurrir a cualquiera”. En fin, se puede
minimizar el hecho, pero lo que realmente causó repudio mundial fue la falta de
respuesta inmediata por parte de la empresa, lo cual se traducía en la carencia
de artilugios técnicos adecuados y propios para actuar en estos casos. Habría
que añadir la lentitud en las decisiones que se tomaron, así como el envío de
personal de jerarquía media y poco calificado al lugar de la catástrofe. El
estado de embriaguez del capitán del Exxon Valdés pasó a segundo plano ese fin
de semana en que la burocracia quedó en evidencia una vez más frente a un hecho
de pro- porciones gigantescas en donde una multinacional no supo dar soluciones
a tiempo. Este acto de “irresponsabilidad social de una multinacional” se puede
catalogar como un hito importante que sensibilizó a la opinión mundial sobre
los desastres ecológicos que causan las empresas frente a la apatía
generalizada de la sociedad mundial. Por fortuna, cada vez existe más
conciencia de que el planeta es de todos, a pesar de que aún no haya acuerdos
entre todos los países y las potencias importantes sigan negándose a seguir los
Acuerdos de Kioto. Es absurdo que todavía el año anterior (2005) algunas
potencias condicionaran la aprobación de decisiones trascendentales para
mejorar la calidad de vida del planeta y evitar su destrucción.
Hechos como el de este ejemplo son los que
realmente interesa comentar para llamar a la reflexión y poner en evidencia la
importancia de la ética en las decisiones empresariales. Lamentablemente, el
impulso reciente que ha recibido la ética empresarial en las organizaciones no
está orientado a la función que tiene en las decisiones. Los directivos y
gerentes aplican la ética para sancionar y controlar conductas. Todos los días
las empresas se jactan ante sus competidores, o bien entre sus propios
empleados, de instaurar “códigos de ética” en sus empresas, en los cuales se
comprometen a avisar a la dirección que se ejecutan muy bien las cosas, o que
un trabajador transgredió cualquiera de las reglas de la empresa. Es decir, se
utiliza para controlar. Lo anterior no es otra cosa que sacar provecho
interesado de la “ética”, lo cual no sólo desacredita el objetivo real de las
decisiones éticas en la organización, sino que también frustra e impide que el
resto de las personas de la misma la utilicen de la manera más adecuada. La ética,
en sentido riguroso, forma parte del proceso de toma de decisiones de la
organización. Es posible, y de hecho se da en la práctica, que aumenta los
recursos para esa actividad y asegura que se tomen las decisiones más adecuadas
y oportunas.
Existe la creencia en algunos directivos de que la
principal finalidad de la ética en las organizaciones es cambiar las conductas
de los individuos, y no reflexionan en que lo que realmente hace la ética es
mejorar las decisiones en lo que se refiere a los grupos. Por otro lado, las
decisiones políticas pueden beneficiarse de la reflexión ética.
A este respecto señalan De Mulder y Ortiz: “La
evaluación de criterios de responsabilidad social está sosteniendo también un
creciente impacto en las decisiones de in- versión, sobre todo para inversores
institucionales. En muchos países se han visto aparecer los fondos de inversión
éticos, que no son más que un primer paso hacia una no muy lejana evaluación
más homogénea y universal de indicadores de impacto social en las empresas.”
LA ÉTICA EN LOS NEGOCIOS: PRÁCTICA CONTEMPORÁNEA
Ésta es la era de la técnica. La fibra óptica y los
satélites conforman una sola red de información mundial. En la actualidad es
posible comunicar cualquier cosa, a cualquier persona, en cualquier parte y por
medio de cualquier forma (voz, datos, texto, imágenes) a la velocidad de la
luz. Las computadoras de escritorio tienen hoy más capacidad de cálculo que las
grandes computadoras centrales que la NASA utilizó para llevar al hombre a la
Luna.
Es una era de reingeniería, reestructuración,
ajuste del tamaño de las empresas, reorganización y organizaciones menos
jerárquicas. A medida que los trabajadores intercambian a regañadientes las
comodidades del viejo contrato social por ciertos entendimientos todavía por
definirse, los efectos en el valor y la dignidad humanos han sido drásticos. La
dependencia de la compañía y la lealtad a ésta han sido sustituidas por el
distanciamiento y el cinismo. Existe el desafío de encontrar nuevas formas para
recrear las interdependencias y buscar nuevas maneras de experimentar la
“comunidad” en las organizaciones.
Es una era de información. Se dice que el
conocimiento se duplica cada cinco años, y en ocasiones surge la pregunta de
por qué se toman decisiones en el corto plazo. En la actualidad, la información
está instantáneamente a disposición y abunda en todo el globo. El secreto del
liderazgo, llega uno a descubrir, es que no hay secretos. Simplemente, en esta
era de información ya no hay cabida para ocultar nada, como:
• un
derrame de petróleo en Alaska;
• La
fusión accidental del núcleo del reactor en Chernobyl;
• una
relación privada con el presidente en la Casa Blanca;
• Prácticas
de trabajo infantil en Vietnam;
• Corrupción
en los mercados emergentes;
• Los
efectos nocivos, causantes de cáncer, del tabaco;
• Las
prácticas de venta inaceptables en la industria de los valores y seguros;
• La
ausencia de mujeres y minorías en los consejos de administración y en la alta
dirección de las empresas;
• La
diferencia cada vez más notable en las remuneraciones de ejecutivos y
trabajadores.
La información es como un virus que exige la
verdad, y la verdad requiere libertad. Cuando la gente adquiere conciencia de
las opciones, las revoluciones surgen.
Por cierto, ésta es una era de revoluciones. Tal vez, parafraseando el
título de la famosísima obra de Alvin Toffler (1970), estamos experimentando el
“shock del futuro”, es decir, la “desorientación debido al cambio acelerado
prematuro”. En virtud de la velocidad del cambio en el mundo actual, el hombre
se confunde y se desorienta. A medida que los mapas y las fronteras nacionales,
familiares en otras épocas, se desdibujan, el ser humano camina a ciegas hacia
el futuro, buscando comprender el nuevo orden mundial y su lugar en éste. Es el
final de una era y el principio de una época todavía indefinida. Además, el
hombre tiene la oportunidad de participar en su definición. Y es el llamado del
liderazgo.
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